2008/10/28

Escuchar al Indio

Hace ya un tiempo, que los amigos preocupados por la salud mental de sus pares estiman largo, incluso que ya toman y analizan esta verborraria de incadescencia lúdica como parte del patrimonio adquirido por mis mañas mentales y que yo corroboro a cada instante desde que me levanto hasta que me acuesto oyendola en mi interior. Se que muchos secretamente festejan su hecho y de alguna forma la alientan buscando cualquier excusa para sentarse conmigo en una mesa “a escuchar al Indio”. La verdad es que noto cada vez con más claridad las fútiles dilapidaciones de un extraño y extravagante fenómeno que surge y se precipita en el seno de mis maquinaciones y mis pensamientos. Puede que ser que me suceda en solitario o ante mi pequeño cúmulo de amigos, con lo cual la cuestión se verbaliza y – hay ahí algo que no me gusta- de ello quedan como impávidos testigos de disonantes sanatas. Sin disponerme a pensar concientemente en algo en particular, como si la decisión de un azar oculto dispondría a su antojo y en forma caprichosa de mi tiempo mental, me asalta una impostergable necesidad de disertar mentalmente sobre algo, pongamos “Las economías regionales en el Mexico revolucionario”, “El jazz como musa de la escritura hipster” o “Los orígenes de la gastronomía en el período Neandertal”.
De la misma forma azarosa con que aparecen las diferentes temáticas, surgen las primeras ideas. Ideas que comienzan a prefigurar largos caminos ensayísticos, y fantasmalmente a completar esquemas y estructuras que van multiplicando sus posibilidades hasta abrir un abanico de vertientes que se hace cada vez más difícil de dominar.
Al principio la velocidad es natural, como si fuera la lección de un estudiante o la voz en off de un documentalista y en ese caso puedo seguir incorporando datos a lo que podría denominar como la labor de un erudito en ciernes, después la cosa se acelera cada vez más – me es imprescindible para poder seguir tener un cigarrillo continuamente encendido colgando de mi boca- y la diversidad de posibilidades me acerca a senderos de recorrido imposible. Veo como, lejos de mí, se siguen abriendo caminos. Experimento el tic de lo que podría llamar a falta de una denominación más acorde, una elevada pasión gnóstica, un éxtasis y desesperación del intelecto, aunque nada me convence de que estoy ante una absurda ráfaga de producción artesanal de conocimiento, de un quantum indomable, que surge de la más primaria de las intuiciones.
Se lo he comentado a Enrique y al Rafa. Symns entre citas no reconocibles de Burroughs y de Kant me ha sugerido, que tal vez, todo esto no sea más que el producto de iluminaciones, de revelaciones surgidas a través de no se que carajo de cosa. Enrique para poder explicarmelo comenzó a delirar en una línea semejante a mi expuesto problema, como si perteneciera al mismo club de querulantes – cosa que en realidad no me asombra -y como si su tema fuera “Aspectos neuromísticos en el pensamiento del señor Solari”, cosa que, debo confesarlo, llego a inquietarme bastante al verme sometido al exámen y psicoanálisis salvaje de mi amigo, aceleraba a cada conjetura o aseveración sin llegar a completar nunca un círculo. El Rafa, sin dudarlo pero también sin dejar de aderezar lo dicho con aceite de ironía me dijo sencillamente y palmeandome la espalda y fueron las palabras que más sosiego le trajeron a mi mente, que tenía que aflojar un poco con la lectura y sobre todo con los aditivos.

1 comentario:

Santiago López dijo...

Leyendo todo esto me llevo a tener un pensamientos más amplio sobre muchos de los términos textuales y reales que dejas en manifiesto.