2008/10/18

Palladium

Vengo del furioso y taumatúrgico show que dimos en Palladium. Me siento afiebrado y levitando dentro de una enorme volatilidad que despeja en forma clara el tonelaje de dolor y angustia, el peso del mundo, prefiero llamarlo que desde hace años producto de una mente que se hace responsable de repensar una y otra vez la miseria humana se ha asentado definitivamente en mi cuerpo. La fiebre y ese estado de liviandad narcotizan mi cuerpo y mi alma de forma plena. Los grados de temperatura de más le infunden y agregan calor heroico a la plasticidad liviana del planeador feliz en que se ha convertido mi cuerpo desde hace ya unas horas.
Sobre la mesada dispongo una taza de café, media botella de Jonhy Walker etiqueta roja (regalo de Pupeto) , una tableta de cafiaspirina y un trozo de queso Camembert.
Demoro en ir a ducharme buscando una excusa para quedarme detenido en esta suerte de éxtasis catártico mientras el sudor seco sella mi cuerpo como una placa de barniz para que nada de mí se escape, se pierda. Tomo tres cafias y comienza el vértigo de rememorar, una a una, todas las imágenes que mi mente ha capturado durante el recital. Ell rostro poseído de Andrés Teocharidis ejecutando su contundente y arqueológico órgano Hammond. Fue suya la idea de abrir el recital con la obertura 1812 de Tchaicosky. Andrés es un fruidor demente de música clásica puede colgarse días enteros acostado sobre el piso escuchando disco de Bach, de Mozart o Debussy. Le comenté que a mi también me gusta explorar con atención la infinita riqueza de las composiciones musicales, pero tengo un problema, la música clásica no me sugiere más visiones que situaciones palaciegas, princesas bajando escaleras, pajes reverenciando a sus monarcas y demás banalidades de palacio. Andrés se ríe.
Skay poseso, equidistante de la muerte y blanco perfecto de las diabluras de Dionisios. Otra imagen que me desborda. Ejecuta los acordes del “Blues de la libertad”. Preso de una embriaguez de todo su contorno, como un místico de la rocknrrol culture.
En general, siempre soy yo el que recibe los elogios de los periodistas como frontman, se que tengo algún tipo de cualidades escénicas -no lo niego- pero Skay también tiene las suyas. Ha adquirido, desde ya hace un tiempo, un estilo que es enteramente suyo. Al principio creo que se notaba demasiado la influencia de Keith Richards, esos contoneos y aprontes de un disparador mágico de notas musicales. Las carácterísticas básicas de sus cuerpos son similares y eso colabora en las analogías que se pudieran trazar, pero poco a poco, como un freak que se constituye en base a sus propias cualidades fue despegando del arquetipo hasta originalizar su actitud física en un modo de gracia perfeccionada desde sus inmensos atributos para ser un consuetudinario artista de rock. El sombrero de cowboy y los anteojos espejados lo convierten en un Burroughs vital. Los chalecos y las camisas gitanas que le elige Poli también le dan un toque muy especial a todo el marco de su esmirriada fisonomía. Por momentos, si alguien sobre el escenario repara estudiosamente en él, da toda la impresión de ser un vaquero intergaláctico que muta a fuerza de su cuerpo plegado en contorsiones en gato de Angora en lord inglés en viaje a Oriente, o que en un pase de magia de su guitarra deviene en fibrosa onza de la sabana.
De la multiplicación de polaroids de la noche, de la proliferación extática de imágenes provocadas en el show me quedo, sobre todo, con la de la gente, La gente iluminada con los reflectores rojos, la de esos chicos sumergidos en el gas rojo y envolvente del clima interior de nuestro recital. Me gusta ver la reacción que tienen cuando Skay con los distintos acordes excita sus corazones de diferentes modos, hoy noté el ritmo cadencioso al que se abrazaron en “Semen- up” como si les hubiera suministrado, con la sola hilación de cuatro notas, un bolillón de opio pakistaní, una mucilaginosa trampa musical de encantamiento extrañamente bailable. También note la implacable furia marcial que les inocula la intro de “JIJIJI”. Por momentos me siento un general cartaginés a punto de entrar en las entrañas de Roma. Esto me inquieta y me da cierto temor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

capo..de donde sacaste esto???lo escribiste vos??