2008/10/24

Rumble Fish

Después de casi dos horas de relamernos con las intensas imágenes de la película que terminamos de ver salimos del cine con Virginia y con el teacher Rosso como tres niños felices. Recuerdo, ahora la frase de Sartre o de Genet o de Sartre hablando de Genet donde se postulaba, en un tour de force contra las lógicas bienpensantes propio del malditismo francés, que aún en los actos más abyectos puede habitar la belleza. Palabras que cruzan por mi mente debido a que la película que acabamos de ver no es precisamente un cuento de hadas, sino una dura crónica urbana incapaz de transmitir desde su núcleo narrativo algún tipo de felicidad. Pero su componente plástico, su lujurioso entramado visual nos apabulló. Digno del más alto impresionismo alemán y de lo mejor de Cocteau, Rumble Fish nos pareció, sin lugar a dudas, una obra maestra. Rourke escondiendo entre las sombras azuladas todas sus monótonas heridas, mostrando el pliegue severo de una sonrisa sin boca plena de maquiavelismo zen, los blancos y negros despiadadamente majestuosos, todo esa carga visual, todavía persiste en nosotros con la intensidad de algo fabulosamente vivo. Virginia no para de comentar la escena de la pecera. El pez azul y el pez rojo estaban a punto estallar- dice. Alfredo se lamenta porque en los cines no permiten el ingreso de bebidas. Es una película especial para acompañarla con densidad de varios gin tonic. Levanta su vaso y brinda por Cóppola.

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