2008/10/26

Volvieron una noche

El martes Skay & Poli volvieron de España. Para recibirlos organizamos un asado en casa. Skay está un poco más flaco, sí todavía más de cuando se fue, y Poli parece, según la delata un destello fractal en sus ojos que por momentos la convierten en una implacable gestora de hechicerías, haber concluido un master en astucia.
Skay nos cuenta a todos los que llegamos a darles la bienvenida algunos aspectos de la famosa movida madrileña. Resalta antes que nada su espantoso rock local, lo hace muy poco antes de confesarnos que por un tiempo formó parte de él confirmando con ello lo me había contado Vito. Después nos cuenta sobre la gran cantidad de camellos marroquíes que a toda hora del día, pero sobre todo cuando se pone el sol, andan ofreciendo heroica por las calles de Madrid e imita las voz secreta de los marroquíes: caballo, caballito... Enrique pregunta si no le han traído algo de esa sustancia intensa extraída de lo más profundo del corazón de la amapolas. Skay le contesta evadiéndolo con la mirada. Sin embargo -pese a que Symns insiste y parece como es su costumbre no terminarla más- pasa a relatarnos una vieja anécdota de adolescencia desconocida por mí y creo por todos los que estamos presentes. Cuenta que estando en Inglaterra, en Londres más precisamente, en compañía de su hermano el Boss y dos alemanas que había conocido esa misma noche compraron a la salida de un recital de The Who una dosis mínima de heroína. Nos pasamos todo lo que quedaba de la noche, encerrados en esa casa con vista a la parte más siniestra del Támesis mirando esa montañita marrón como un pequeño tótem plantado en el centro de la mesa sin atrevernos a tocarla en ningún momento. Cuando el Boss y las chicas se fueron a dormir me acerqué a la mesa y apenas me frote un pequeño terroncito en los dientes. Hasta ahí llegué, dijo con una gran sonrisa.
Poli me habla de la banda como si en todo este tiempo en que estuvieron ausentes no se hubiese producido ninguna fractura, ningún tipo de corte en nuestra relación. Con la elaborada elegancia de quien oculta algo y de quien es capaz de pasar por alto circunstancias que lo comprometen, saca a flote y mantiene vivo algo que para mí estuvo a punto de fenecer. Tengo ganas de reprocharle muchas, demasiadas cosas quizá, a los dos individualmente y en su conjunto, cuestiones que me han tenido a mal traer en estos últimos tiempos, pero cedo pasivo, ante la fascinación que me produce su verba prodigiosamente convincente, su solvencia para argumentar por medio de una ajustada hechicería de elipsis, que jamás pensaron en abandonar, abandonarme en realidad y quedarse a vivir en Europa, que nunca estuvo en sus planes, para nada, dejar de lado nuestro proyecto.
A pesar de la gran incertidumbre que me produjo su partida no he dejado de componer canciones en función de ellos, cosa que ya deberían saber, pero voy a esperar el momento oportuno para comunicárselo.
Rocambole enrolla con sus dedos las fetas de un increíble jamugo andaluz que acaba de cortar con un cuchillo recién afilado haciendo gala de su preciso pulso de artista y sirve además, con su brazo extendido como un oso, más vino para todos. El jamón que estamos comiendo es el regalo que Skay le ha traido de España y el Mono lo comparte con todos. Mi regalo, en cambio tiene forma de vinilo y si no los estamos escuchando en este momento es por mi reservado e inevitable placer de escucharlo por primera vez a solas.
Sin que nadie lo anuncie efectivamente, con la sola puesta en marcha de motores sigilosos y potentes provenientes del fondo de nuestras miradas destapamos más vino y brindamos por, lo que para mí es, la resurrección de Patricio Rey. Skay & Poli me miran asombrados como si nunca lo hubieran dado por muerto. Algún día sabrán…algún día lo sabrán.

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