2008/11/24

Caos en el aire libre

Qué momento. Parece que todavía estoy dentro de los camarines improvisados bajo el escenario fumándome el quinto pucho al hilo mientras busco con la mirada clavada al piso algún tipo de explicaciones a lo sucedido esta noche.
Casi me voy a las manos con un tipo de Obras. No se le ocurrió mejor idea al idiota en ese momento de tensión que intentar cargarme de culpa por poner la entrada a un monto tan “accesible”.
La ironía con que profirió esta última palabra me reventó el páncreas. No viste el elemento que vino- agregó. Desde la barra brava de Chacarita hasta rezagados de recitales de Riff y V8. Me lo tuvieron que sacar porque lo molía a golpes. Juan se hizo el desentendido de la situación, un poco amparándose en que nos había advertido a Poli y a mí que no le parecía buena la idea de tocar en la cancha de hockey.
Cuando hace unas semanas vinimos con la Negra a recorrer las instalaciones nos pareció un buen lugar, amplio, cómodo y bastante seguro. La gente de Obras nos lo había ofrecido al ver el éxito de los primeros recitales en el estadio cerrado.
Ahora que me relajo un poco creo que no fue un fracaso, yo no la pase nada bien pero la gente en general disfrutó del show, se fue contenta. El gran error que cometimos fue el escenario, su armado. Ese gran monstruo tubular. Nadie se imagina lo que sufrí pensando que todo ese puto aparataje de caños en cualquier momento se le vendría encima a la gente. Podría haber ocurrido lo peor. En ningún momento de la noche pude hacerles entender a los chicos que toda esa mierda se podía venir abajo. Se seguían subiendo una y otra vez haciendo zozobrar con su peso toda la estructura. En algún momento, creo que cuando estaba cantando “Vaca Cubana” experimenté una sensación inédita en mí que todavía mantiene sus consecuencias, sentí como la confluencia de la bronca y la angustia juntas igual que una planta trepadora que iba recorriendo de punta a punta mi garganta me bloqueaban la voz, hice un esfuerzo sobrehumano para terminar de cantar el tema. Ahí terminé por sacarme del todo, veía cada vez más gente sobre el escenario y ninguno le daba bola a mis pedidos, de que por favor!!! , se bajen. El marco de tubos de hierro temblaba cada vez más y se balanceaba como si estuvieramos soportando un terremoto de gran escala. Mi crisis trepó a lo máximo que podía trepar cuando un tipo más o menos de mi edad con un aro de cola de conejo como su marca más identificatoria suspendido de la zona más sensible del escenario, a unos tres metro de mí me decía que “no me ponga histérica que estaba todo bien”. Le hice señas de que suba más acá para boxearlo, no me parecía bien darle un golpe en esa posición en que se encontraba, voltearlo desde esa altura. Me arrepiento de haberlo desafiado ante la mirada de todo el público. No fue un buen signo. No colaboraba en mucho para bajar los decibeles de la situación. Todos me vieron exasperado hasta la locura con unas ganas tremendas de embocar al tipo ese. Fue el momento más caótico de la noche. Ahí, harto de quilombo le dije a Poli que no iba más que comience a suspender el show. No podíamos ser responsables de una tragedia al pedo. Con una dura y clara dialéctica Poli me convenció de seguir a toda costa, me hizo entender que si suspendíamos el show todo podía ser peor, el desmadre iba a ser total. Sopesé como mis nervios me lo permitieron la posible situación y también creí que debíamos capear la tormenta del modo que fuera y buscarle un final digno a la noche haciendo lo que fuera posible para cumplimentar nuestra parte artística sin que nadie se vaya lastimado. Le pregunté al Soldado si era posible apuntalar las columnas de hierro de los costados. Con rostro desesperado y con las manos abiertas me dijo que estaban haciendo todo lo que podían para evitar que todo el escenario se mantenga firme y en pie. El Vikingo luchaba contra las columnas como contra un robot gigantesco. Todo el equipo dejaba la vida por que más o menos todo esté en orden. Le tiré la idea a Skay que empezara a zapar cualquier cosa un baión para calmar a las fieras, una forma de llamar la atención, un calmante a tanto desborde. Skay comenzó a improvisar Rock Baby Rock, un tema de los Doors que alguna vez tocamos en los ensayos. Agarré el micrófono y me puse a cantar en inglés. Reconozco que nunca me sentí tan extraño sobre un escenario. La guitarra de Skay saturaba hasta emitir un chillido insoportable – “Esto es para la gilada” ahulló Skay por su micrófono y parecía como si le estuviera con su sonido, pegándole chirlos correctivos al público. Después de eso se bajaron los últimos que quedaban arriba del escenario y el recital siguió su curso de manera más o menos normal. Poli arriba del escenario sonreía con un rictus duro propio de una gran piloto de tempestades hasta que otra vez comenzaron los desbordes. La sacó de quicio una vieja como de sesenta años con una túnica marrón que parecía Indra Devi y que se sentó sobre el escenario en pose de meditación. La alzaron con el Vikingo y la sacaron por atrás del escenario. La noche a esa altura se presentaba para cualquier cosa. Entre tanto despelote me distraje mirando como pasaban los autos por Libertador. ¿Dónde mierda estábamos tocando? Como pudimos retocamos nuestras emociones, nos pintamos de estoicismo para terminar con decoro lo que ya era un verdadero desastre. Tocamos el potpurri para los bises y dimos todo por finalizado. Skay me miraba como preguntandome si ibamos a salir otra vez y yo sin decirle nada encaré definitivamente para los camarines. Desde allí escuche otra vez el quilombo, cada vez se hace más difícil contener a la gente. Tendrian que saber que todos sus destrozos lo pagamos nosotros. A mi no me molesta que venga la barra de Chacarita de Laferrere o de quien sea, los pibes de Rata Blanca o de Heavy Conga pero debo admitir que existe un componente marginal difícil de manejar. Chicos rebeldes dentro de la sociedad y también dentro de un recital de rocanrrol. Es algo a lo que me voy acostumbrando y que de todas las formas posibles debo aceptar. Cuando se iban saquearon los puestos de bebida. Desmontaron a patadas los puestos de chapa y cargaron con todo. Me contaron los que estuvieron cerca que se iban con las hamburguesas crudas bajo el brazo. Que en la inmediaciones de Libertador corrían con cajones llenos de cocacola. Se reunían en las esquinas a canjear helados por cerveza. La inocencia depredadora de los pibes, fumados y escabiados hasta el alma trocando palitos de frutilla y crema por sevenup. Terminamos con la recaudación embargada. Según Poli no vamos tener problemas en cobrar lo que nos resta pero nos descontaran los gastos ocasionados.
Hace un rato tuve ganas de rezar, de inclinarme hacia los degenerados dioses del universo y agradecerles que en definitiva no haya pasado nada grave. Me pone muy mal que cada vez tengamos que estar más pendientes de la seguridad de los chicos, no sirvo para eso. Voy a hablar con Poli para ver si se puede contratar gente especializada en eso. Es increíble que tengamos que estar más atentos a eso que a conmoverlos a través de las canciones que indiscutiblemente es lo único que sabemos hacer.

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