2008/11/04

Halley

Espero que se caliente bien el agua para darme una ducha. El sudor secándose en la piel me está produciendo un escozor molesto difícil de sobrellevar. Sin lugar a dudas acabamos de dar un buen show en Halley. Contundente y pleno de guiño del futuro.
Ni bien salió la fecha en este boliche de Corrientes, Skay me preguntó si iba ha estar todo bien con los heavies. Nada más, solo eso dijo pero bastó para darme cuenta que dudaba que nuestra presencia allí fuera bien recibida. No estaba del todo convencido. Skay nunca tuvo problemas de tocar en donde sea pero no se por qué esta vez sospechó que no íbamos a ser aceptados por el ambiente heavy de Halley. Yo estaba seguro que lo íbamos a copar con nuestra gente, con la legión de pibes que nos viene siguiendo desde hace un tiempo casi incondicionalmente. Nunca tuve temor a quedar como sapo de otro pozo. Se que en Halley curten una música distinta a la que hacemos nosotros pero también se que no le caemos nada mal inclusive me han llegado comentarios que gozamos de cierta simpatía de gran parte de las huestes metálicas, por eso de ser independientes y demás cositas.
Halley hervía. No exagero, un vaho ardiente de calor humano llegaba hasta la altura del escenario y se metía en mi nariz como un turbión de fuego. A los pibes se les ha dado por cantar como se canta en las canchas de fútbol, que los redonditos de acá, que los redonditos de allá, conmovedoras arengas que nos incitan a llevar un poco más allá de lo posible nuestro pequeño universo de rocanrrol. No retengo para nada las consignas exactas de los cantitos pero hay uno que escuché por primera vez esta noche que me llamó poderosamente la atención y que sin duda tiene su basamento ideológico en vaya a saber que frase-concepto que yo he vertido en alguno de los reportajes que me han hecho en los últimos meses. Cantaban: “No vamos a ir a Obras un carajo,/ vamos a llenar Cemento que es de abajo/ bien de abajo”. ¿Si no me equivoco es toda una declaración de principios del undergruond contracultural? ¿ Un duro manifiesto de resistencia contra el rock bussines? No sé, pero lo cantan con mucha convicción. Ahora dudo si en realidad alguna vez vertí tales declaraciones, la verdad que no lo recuerdo bien, o si la consigna parte directamente de ellos. Aunque es muy probable que en algún reportaje con el Rafa o con Lalo haya tirado mierda contra Obras situándolo como símbolo del negocio del rock, de su banalización y de su acercamiento al establishment. En verdad los cánticos de los pibes crean en torno al recital un clima maravilloso, la más maravillosa música que llega a mís oídos como díria , el General. Cuando escuchamos esas voces en los camarines Semilla hace la misma joda desde hace tres o cuatro recitales. Empieza a buscar el aceite verde y los botines. Todos nos reímos y seguimos la joda que en el fondo no es más que un burdo ardid del pudor para ocultar la inmensa emoción que ha todos nos embarga. He visto a Skay ponersele la piel de gallina y los ojos rojos, tragueando fernet directamente del tubo para sacudirse del cuerpo la parálisis que le da tanta demostración de cariño desmesurado. A mí en cambio la emoción me moviliza y necesito salir rápido al escenario a responder enseguida al reclamo de esas voces. A ese compromiso ineludible que tenemos con el rock. Creo que hoy el agite de la gente, como nunca nos había pasado influyó mucho en nuestra forma de tocar. Teorizo. En lugares más chicos como Stud Free Pub o Casa Suiza ante un auditorio menor y más distendido, la banda tenía decididamente otros planes. Más lugar para una lírica teatral en el sentido de articular con más desparpajo y comodidad todas las piezas de esa especie de rompecabezas que son nuestras canciones. Más espacio para que divague la voz, ahora los pibes nos circundan y nos sumergen en un mar de adrenalina, de bronca y de pasión, con lo cual la banda se torna más poderosa, nos exigimos más con respecto a la velocidad del ritmo y a la contundencia que debe tener cada tema dejando de lado cualquier gestito experimental o gafe intencional que en otros momentos eran cosas que quedaban graciosas y eran elementos constitutivos de la banda. Uno se da cuenta lo que le pide la gente, si antes nos pedía una tragicomedia narrada en clave nouvelle vague con sonoros pedos, arpa y laud ahora nos piden que seamos una aplanadora, una máquina sensible de rockear. ¿Está un rocker sujeto a su más caprichosa inspiración o debe ceder a las solicitudes de su público? ¿ Y si en la fiebre de apariencias ramplonas pero con temperatura de lava volcánica están encriptados los recuerdos del futuro?. Esta noche sentí que todo el núcleo sonoro y lírico de JIJIJI era llevado en andas por los chicos, trasportado sobre sus hombros y que la verdadera pulsión del tema, esa especie de llama votiva que le da vida a las cosas no estaba situada ni en el tambor de Walter, ni en la guitarra de Skay ni en los rumbos de mi voz, que un gigante puesto de pie y decidido a levantar a su antojo cualquier peso encarnado en el entramado humano que conformaban todos los pibes blandía sus brazos y ese movimiento hacía respirar a la canción. Me gusta cuando palmean con manos arriba cada una de las estrofas agregando una instrumentación humana que todo rocker desearía no tanto por el efecto musical en sí sino por el valor simbiotico que suscita en relación a la banda. “JiJiJi” es sin duda junto con “La Bestia Pop” los temas más festejados. Nunca deja de sorprenderme ese torbellino humano que crean en cada estribillo. Se caen, se levantan. Mucha atención no puedo prestarle pero he visto, cuando algún reflector da en el centro de la gente como se extienden uno a otro la mano para levantar a los que caen al piso mientras bailan o como buscan las zapatillas de alguno que la perdió. Estas tal vez mínimas muestras de solidaridad me hacen creer que nuestras bandas es gente muy especial, pese a que la acusan de margineta, drogona y chorra manejan códigos entre ellos que me hacen sentir orgulloso. No es solo esta nimiedad lo que me conmueve, es solo una pequeña parte de algo más grande como podría ser la identidad barrial, el espíritu de tribu, la osadía urbana de sus corazones saltando de aquí para allá evitando que los muerda la gran mandíbula de la ciudad. Sus yeites para esquivar la mordida son conmovedores.
Poli me comentó hace un rato, que afuera de Halley hubo bastante quilombo. Le pregunté si los chicos se habían trenzado con los heavies que todos los fines de semana paran en la puerta. Me dijo que no, que el problema no era ese. Sucedió lo mismo que viene sucediendo desde hace varios recitales como hace un mes en Caras + Caras, un montón de pibes que habían llegado con la gran expectativa de vernos no pudieron entrar. Y no porque no quisieran pagar la entrada sino porque los dueños de Halley, al ver semejante multitud copando el boliche, dieron la órden de no dejar entrar a nadie más. Entraron trescientos pibes más de lo que habitualmente tienen por local repleto, pero quedaron otros trescientos más en la calle.
Vienen de lejos. Poli era todo comprensión y dulzura en la voz, intentando convencer los tipos de Halley. gastan guita en el bondi, no podemos dejarlos afuera. Ahora la voz de Poli era de alerta, tenemos que buscar lugares más grandes. Hay que evitar que esto se vuelva a repetir, que los bardos sean mayores. Yo hice todo lo que pude para que nadie quede afuera pero los tipos de Halley dijeron basta, no por cuestiones de seguridad sino porque físicamente no entraba nadie más. En un momento cuando se descuidaron convencí a los de la puerta de que es más fácil hacerlos entrar que tratar de apaciguarlos en la calle. Ahí entraron unos cien más- me seguía contando Poli- debe haber sido cuando arrancámos con el Sniffer. Vi surgir una avalancha desde atrás y vi como se estrechaban contra el borde del escenario. Entraron cien pero los doscientos que todavía quedaban fuera se chiflaron , tiraron algunas botellas y piedras contra la puerta he intentaron derribar la puertita del costado. Por suerte los de Halley no llamaron a la policía y se comieron el chubasco como pudieron, sin lastimar a nadie. Yo me subí a la escalerita que está en la entrada y le gritaba a los monos de la entrada que no le peguen a nadie. Esta vez pasó.
Poli mostraba esa rara angustia que posee desde siempre, áspera y tranquila a la vez. Pero quién nos garantiza que en otro lugar no le entren a dar garrote a los chicos o que estos hagan mierda todo con tal de entrar. Hay que pensarlo bien, hay que buscar lugares más grandes donde tocar, esto se empieza a ir de madres, Indio - me decía. Poli tiene razón en lo que observa. Hemos crecido exponencialmente y como alguien que cambia el volumen del cuerpo, necesitamos ropa nueva. Indudablemente nos empezó a quedar chica la camperita undergound y no nos va a quedar otra que empezar a extremar todo lo concerniente a los asuntos organizativos. Voy a tener que acompañar más a la Negra en todo esto.
Después del comentario de los incidentes y mientras ibamos cruzando Corrientes y mirando para todos lados buscando un taxi que nos lleve a casa, Poli se llevó la mano a la cintura y sacó de un estuche de cuero un fajo de billetes que doblé y guardé en el interior de mi campera sin contarlo. Ni la Negra Poli ni yo pudimos caretear la enorme alegría de poder ha empezar a vivir realmente de esto. Hace no mucho que nos dimos cuenta, a medida de que los pequeños topacios iban rodando, que esto era posible. No me da ningún resquemor ganar plata con una banda de rock. Eso lo pienso por el botarate de Enrique. Se te llenan los pulmones de aire cuando ganas guita haciendo lo que te gusta. Cuando te pagan por lo que creas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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