2008/11/24

Los arrepentidos (Carta de los chicos)

Nos costó, nos costó- escribió Rauli en su vieja Olivetti que marca letras mitad negras y mitad rojas sobre un grueso papel amarillento y que le da a la carta un aspecto de documento de politburó barrial. Nos costó mucho entender y aceptar que lo de Obras era un paso ineludible, sólo y nada más que por una cuestión de dimensiones. Pero imaginate (se dirige a mí) que para muchos fue muy difícil andar años y años como una sonata de gatos enmarañados por todas las cuevas del under donde tocaron los Redonditos pelándonos la garganta a grito vivo que no vamos ha ir a Obras un carajo y que vamos a llenar Cemento que es de abajo y que de repente ocurra lo que ocurrió ese diciembre. Fue medio descorazonadora la cosa. Se de muchos que no volvieron más de esa situación que consideraran todavía como una traición a los principios establecidos. Me llevo el cigarrillo a mis labios y mientras estiro la voluta de humo con un torrentoso soplido de aire, analizo lo que quiere decir con descorazonadora y traición a los principios. Prosigue: el llamamiento a reunir a la huestes en la puta meca del rock no provenía de una banda cualquiera de un grupo de punks descerebrados o de frívolos niñitos pop provenía directamente de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, que en estos tiempos de honda pobreza ideologica donde todo ha ido a parar por lo menos a la mierda (deben aceptarlo y portar ese estandarte con orgullo) se han convertido, aunque se que es difícil asumirlo en grandes referentes para toda una nueva y no tan nueva generación, muchos pibes desde hace algun tiempo toman sus postulados como la única empresa humana con convicción dentro de un país de horteras y de mentirosos. Los únicos verdaderamente auténticos dentro de una escena rock de pacotilla. Los unicos capaz de reponer al menos en su mínima forma un nuevo relato donde puedan correr las fuerzas de las desaveniencias y las rebeldías amenazadoras. Me atrevo a decir y no creo que sea solo mi experiencia personal que Los Redondos son y lo siguen siendo la única gente a la que los chicos respetan dentro y fuera del rock. Y nos costó nos costó muchísimo aceptar lo de Obras. Enseguida estuvimos al tanto de todo lo que pasaba y en plan de ataque directo, subidos apresuradamente a una ola de indignación inconsiente nos plegamos al comentario de cuanto periodista intento dilapidarlos sobre todo en los medios gráficos como si estuvieramos jugandonos una partida trascendental en las operaciones políticas de la época.
Lo que sigue es un relato minucioso de la noche del complot. Nos reunimos en lo de Angel, en su depto de Pueyrredon que desde hacía un tiempo funcionaba para muchos como un pequeño kremlin porteño de donde salian las directivas básicas y las acciones concretas. Presididos por inmensos afiches con el viejo León Trosky y Lenin en el centro de la pared, bajo sus miradas cargadas de un romanticismo politico cada vez más difícil de hallar comenzamos el debate. De aquel lado de la mesa se encontraban Abel Tosi, Nino, Dante Baruza y los dos hermanos Radosky, todos estos los que se consideraban como la avanzada intelectual dentro de la célula o al menos los que detentaban amplias y esclarecidas lecturas de “El Capital”, Lenin, Rosa Luxemburgo y los revisionistas argentinos desde Hernández Arregui al Colorado Ramos. De este lado de la mesa contra la ventana que daba a Pueyrredón nos sentamos los más oscuros los que pese a concurrir a la universidad y formar parte activa de la Fede, no leíamos más que algunos panfletos que periódicamente sacaba el partido y como mucho algo de Galeano y Benedetti, Las venas…El cumpleaños de Juan Angel y no mucho más. Nino, aunque manteniendose sentado estirando su cuello hacia adelante y adoptando una postura sumamente grave comenzó a hablar, a perfilar su catilinaria como un orador del MAS parecía Julio Zamora arengando al proletariado, entre gastadas banderas rojas, a la salida socialista en un acto en la Federación de Box. Aguantá que estamos en un departamento me animé a decir para calmar los ánimos que me parecían un tanto excesivos. Después de todo solo íbamos a intentar sabotear un recital de rock. Dante Baruza tiró sobre la mesa el borrador del volante que mañana se imprimiría en lo de los griegos. Lo leyó con la convicción de un revolucionario, en ese momento a todos nos gustó lo que allí se expresaba desde Angel que era el más ofuscado con la situación a Lito y a mí que éramos los que todavía nos quedaban algunas dudas si los Redondos se merecían tal intento de sabotaje. Después con el paso de los meses, cuando la calentura baja y uno entra en razones, la ridícula canzonetta condenatoria de Ángel nos hizo realmente reír. Estabamos completamente locos. Creo y no estoy equivocado que las intenciones de Abel, Ángel, los Radosky y todos los que “detentaban el poder” dentro del partido era intentar por todos los medios que Patricio Rey se convirtiera en el brazo artístico y cultural del MAS. Creían que era un paso importante para el partido en cual casi secretamente militaban, buscar por todos los medios la adhesión clara de la banda del Indio y de Skay. Esto comenzó con una “histórica” charla entre Angel y los Radosky con el Indio en las mesas del Británico luego de una actuación en Casa Suiza. Según ellos los dos lideres de los Redonditos le habrían prometido apoyo para la campaña del MAS. Yo siempre dude de que tal charla se hubiese llevado a cabo en esos términos. Sin conocerlos a fondo, más bien conociéndolos solo por los discos y algún que otro repoertaje me doy cuenta que El Indio y Skay son ganado difícil de arriar y que su compromiso político pasa por otro lado por una militancia muy por fuera de las estructuras ortdoxas de cualquier partido actual. Los más jóvenes, los de este lado de la mesa propusimos que a la volanteada se le sumara una compulsiva pintada por las calles de la capital. “Traidores”, “La misma mierda del sistema”, “Vendidos” eran los epítetos sangrientos que seguirían al nombre de Patricio Rey y del Indio. Dante Baruza preguntó si no sería posible entrevistarse con los miembros de la banda para intentar hacerlos retroceder. Se volvieron inaccesibles fue la respuesta tajante de Marcos Radosky. El calor de fin de año se empezaba a hacer sentir con Sonia Inchausti, la cordobesa estudiante de psicología y fana de Nick Cave y única integrante femenina de los que complotabamos, salimos a comprar unas cervezas. En el camino una extraña mezcla de devoción y odio hacia los Redonditos nos consumió la charla. O había que estar de un lado o había que estar del otro. ¿Que era eso? Sonia que había vivido cuatro años en Londres me decía que allí tambien las disputas entre bandas o con las bandas eran realmente bravas. Me contó como una noche a la salida de un pub regenteado por los capos de la hinchada del Totenham, el lider de “The Smoking Flash” una banda de postpunk fue acuchillado por mostrar en los últimos recitales ciertas simpatías a la Tatcher. El tipo lo hacía medio en joda pero se lo tomaron mal relataba Sonia. Cuando volvimos el plan estaba decidido, volanteada en los recitales de la semana que viene y pintadas cerca de Obras. Abel decía y recalcaba que sobre todo había que pintar consignas por Libertador que va a ser la calles más transitada por la gente que vaya al recital. Tomamos las cervezas casi en silencio, masticando el plan a ejecutar y escuchando un cassette de Alfredo Zitarrosa. A los más pibes nos fue encomendada la tarea de las pintadas. La excusa eramos que estabamos limpios de prontuario. Los Radosky tenian varias entradas por robo de automotores (todo por la causa) y Abel y Angel por su militancia política que arrastraban desde fines de los setenta y que todavía no habían sido resueltas por la justicia. Así que Pancho, Sonia y yo teníamos que munirnos de aerosoles e inscribir en Libertador todas las consignas anti-Obras.La segunda reunión fue un martes, desde ese día hasta el jueves a la noche, Día D de la pintadas, no hice otra cosa que escuchar “Oktubre”, mientras más escuchaba más sentía toda la belleza oscura de ese disco y más y más el sentimieno de estar siendo traicionado. Escuchaba en mi cabeza las miles de voces, el coro de centenares de desangelados que en Cemento, en Latex, en Airport, en Satisfacion se derretían cantando No vamos a ir a Obras un carajo. El 2 de noviembre salimos a la calle. Nos reunimos en un bar de Núñez, el menos careta que encontramos y esperamos que se haga mas tarde, mirando en el televisor del lugar un nuevo programa de Rodolfo Cenderelli. Luego cometí el acto del que no terminaré de arrepentirme por el resto de mi vida. Calumniar a los Redondos. Desde ese día tengo una pesadilla recurrente mi mano empuñando ese puto aerosol verde y al lado del kiosco que da justo enfrente de la puerta de entrada de Obras escribir Traidores y vendidos. Me despierto totalmente transpirado y con una molestia mental imposible de imaginar para el que no la soporta como yo. Solo cuando con Sonia en agosto del 90 transpusimos las puertas Obras para ir a ver a los Redondos, tuve un poco de alivio. A Abel, Ángel y los Radosky no los ví más. Buenas fuentes me confesaron que forman parte de un grupo extremadamente bélico comandado por Gorriarán Merlo.

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