2008/11/04

The Oldies

Me despierto y debo recurrir a un poco de bicarbonato para calmar la acidez de mi estomago. Anoche estuve tomando unos tragos con Fred y el Gordo. Hacía más de un año que no los veía a ninguno de los dos y la vernissage para la presentación del libro del Gordo, donde recopila en maravillosas tomas fotográficas todas las instalaciones presentadas en los últimos años me pareció una buena excusa para reencontrarme con ellos depués de tanto tiempo.
Vos hace como un año que no nos ves, me dijeron, cuando les expuse el tiempo que había pasado sin vernos....un año! ,pero nosotros hace menos de un mes que te vimos maldito rufián. Se explicitaron más, habían ido al Bambalinas a ver a los Redonditos. Me cruzó como un rayo de luz vampírica la situación. Es que ellos me ven, pero yo ya no. Deberé acostumbrarme a situaciones por el estilo, siento que me dicta una voz desde mi interior.
El Gordo caminaba entre sus obras como por un campo minado. Hipocampos con cabeza de botella Smugler, arañas con patas de tramontinas oxidadas, ojos de duendes con linternas, todo lo aprendido en Versalles, desaprendido. Bien por el Gordo.
Promediando el evento cuando estaba a punto de irme Fred nos llamó y nos invitó para que vayamos a sentarnos a un rincón del teatro, y mirando para todos lados procurando que no lo vean, abrió un Dom Perignon, para tomarlo entre los tres. Siento nostalgia, me dijo, y supuse que se iba a remontar mucho tiempo atrás, a principios de los setenta cuando realizamos esas increíbles excursiones a Valeria en busca del fuego sagrado que nos convierta en excelsos artistas plásticos, pero no Fred dijo que sentía nostalgia de los viejos recitales de los Redonditos.
No se puede ir más- me dijo mientras el champán iluminaba sus bigotillos estilo Dartagnan. Te empujan, te vuelcan el vaso, le tocan las tetas a tu chica, sólo falta que te introduzcan un dedo en el culo y se lo tengas que agradecer.
Se referían indudablemente a los pibes, a las nuevas camadas que desde que salió OKTUBRE y un poco antes también, nos siguen a todos lados. Casi nos cagamos a trompadas, estabamos lo más bien disfrutando del show y se empezaron a desbandar como ganado... qué onda loco, me preguntó. Te acordás cuando íbamos de túnica a ver bandas de rock de las cuales ni nos acordamos los nombres? Toda una ceremonia loco. El mayor agite estaba en la cabeza y en el más volado que se ponía a bailar pero con mucha lírica. Nosotros, el público eramos la escena central del show, iluminados, elegantes, presas del más fino frenesí verbal; los músicos solo tocaban para crear una música de fondo a nuestras conversaciones. Fred no mentía ni exageraba en nada de cada una de las cosas que decía, recuerdo todo muy bien pero algo de su presunta aristocracia bohemia me molesta. No voy a negar que estoy más cerca a su posición pero hay algo en el aura de las nuevas hordas que me quita el sueño. Supongo que la evolución del público es el devenir de la cultura en general. En toda la fealdad del sudor y los codazos, de las gargantas ciegas, del humo y de los gritos encuentro una aún enigmática información vital que hace tiempo perdí o dejó de interesarme de cierto espíritu de happening, del ácido freudiano y de las barbas recortadas en Montparnasse. No le digo todo esto a Fred pero al no condescender con su perorata le queda claro cual es mi rumbo.

No hay comentarios: