2008/11/24

Un rocanrol para Avenida Libertador

Ni bien llegamos todo me pareció raro. Mucho más raro de lo que me imaginaba iba a sucederse previamente de este lado de Buenos Aires. El barrio de Nuñez, su pulcritud edilicia, el olor a ciudad pretenciosa hacia que no encuentre del todo las coordenadas de realidad necesarias para establecer contactos lógicos con el mundo. Pese a todo esto algo en mi corazón latía con el brillo de los mejores días y los conectores sensoriales de mi mente, todo el neocortex se iba adaptando lentamente.
Cuando entramos las dimensiones del gimnasio cerrado de Obras me llenaron profusamente de vértigo. Es increíble e indescriptible, ser el responsable directo de la convocatoria y ver un estadio vacío pocas horas antes de que se abran las puertas de ingreso. Llenarlo parece una tarea imposible, uno sospecha que no alcanzan todas la etnias del mundo para lograrlo. Skay intentaba calmarme diciéndome que ya estaban desde ayer todas las entradas vendidas, mientras el Soldado, el Vikingo y su troupe de estibadores del rock arriaban los Marshall con movimientos rápidos y precisos de contrabandistas. Nos dirigimos hacia el lado de las plateas, trepamos por adelante como seguramente harán algunos chicos esta noche y nos quedamos un rato mirando el escenario. Imaginábamos el marco que se generaría no bien entre la calurosa noche sobre la ciudad y el griterío de los pibes tape todo este silencio que hay ahora en el ambiente. Skay decía que si fuera parte del público no sacaría nunca platea que le gustaría navegar en el mar de sudor de los que deliran en el piso. Le respondí que a mí en cambio siempre me gustó ver un show tranqui, tomándome un copetín si es posible. Me recosté sobre la butaca como si de un espectador de mi mismo se tratara, como si anticipara la figura de mi espectro contoneandose y buscando cautivar sobre el escenario. El nerviosismo que experimentábamos antes de tocar en la puta meca del rock me tenía no del todo pero si un poco preocupado, notaba la garganta seca y un sudor constante deslizandose por las palmas de la mano. Me cago cien veces en el rock bussines, en sus presiones y en sus exigencias. Sabíamos que los chicos entendían que clase de movida estabamos haciendo y que el “que no vamos a ir a Obras un carajo” podía quedar relegado sin demasiados problemas en pos de cierta comodidad, de ciertas convenciones que creo deberemos comenzar a respetar de ahora en más y de cierto espacio que indudablemente nos estaba faltando. Ya recibimos de parte de la vieja tribu el sarcasmo de Symns y de alguno más de los antiguos y nunca bien ponderados “compañeros del alma” pero más que nada las expresiones surgieron siempre como un modo inevitable de broma por todo lo que se supuso de nuestra negativa de tocar acá. El único que verdaderamente intentó hacernos daño es Polimeni en “Sur”. Pero como aconsejan los grandes estrategas de la guerra no les demos bola a enemigos de poca monta. También, me contó Poli, escribieron un par de pintadas con aerosol acá enfrente. No voy a negar de que es lógico que alguno se sienta defraudado con la decisión de tocar en Obras pero somos una simple banda de rock , no una maldita religión.
Los nervios traumáticos que anteceden al show estaban esta vez bastante potenciados por la situación conflictiva de Obras sí- Obras no .Me habían provocado una terrible acidez estomacal, así que decidí salir del gimnasio y mandarme solo para cruzar Libertador sin más compañía que la de mi sombra como si necesitara escuchar en el trayecto el sonido de mis ríos interiores sus ecos y versiones acerca de los días que corren. Skay tenía ya todo el cablerío conectado a sus guitarras y a sus pedales, estaba engolosinado como un chico probando sonido. Recién cuando volviendo del kiosco con varios uvasales en el bolsillo y haciendome visera con mi mano para cubrirme del espeso sol que caía a esa hora de la tarde escuché la viola de Skay tocando los acordes sentidos y naturales de “Esa estrella.. . sentí que aterrizó como una epifanía, como un poema de lexota un bello y sobre todo necesario sosiego a mi cuerpo. Cuando se ensamblaron a la canción el bajo de Semilla, los parches de Walter y el saxo de Sergio, cuando noté que la banda se henchía como una bestia inteligente y poderosa con un encanto capaz de cautivar a un ejercito completo de locos supe que todo estaría bien esta noche, que todo saldría como el ágora secreto del destino lo tiene pautado.

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