2008/11/04

A Valeria

Partimos a Valeria del Mar con los chicos de la banda. Esta vez fue El Soldado quien se hizo cargo del volante. Semilla propuso conducir él pero no lo deje. Hubiera sido distinto si de un barco pirata se tratara. Me acomodé en el asiento de adelante para tener a mano la cassettera y embriagarme durante el trayecto con un poco del horizonte de la ruta. Walter, Semilla y Sergio fueron sentados atrás. Skay no fue de la partida, prefirió quedarse en Buenos Aires para festejar el cumpleaños del hijo de Poli.
Ninguno de los chicos conocía los parajes encantados de Valeria. Jamás habían venido. Sergio estaba ansioso de incursionar en los agrestes médanos de este lugar inhóspito de la costa. Entre Rosso y Symns le han llenado la cabeza con anécdotas semiapócrifas del lugar. Quiero al menos ver los restos de la choza donde vivían en la playa me decía. El viaje era de los más distendido, así que creí el momento oportuno para terminar de arreglar ( Poli fue la encargada de conversarlo con anterioridad) una especie de contrato con ellos. Desde que ingresaron a la banda saben bien que los que cortan el bacalao dentro de los Redonditos somos Skay, Poli y yo. Que administramos las ganancias que deja la banda y que ellos como ha sido con los músicos anteriores que pasaron por la banda cobran una suerte de sueldo. Ante el incremento de entradas y discos vendidos creí conveniente y los chicos se lo merecen renovar las cifras. Le tire el número que pensábamos pagarles con ligereza y disimulo. Como quien no quiere la cosa. Evitando cualquier referencia a una relación de empleados. Cabeceareon entre ellos en el asiento de atrás y aceptaron la propuesta. Traté de pasar a otro tema ( me tensa las tripas los asuntos de dinero.
Me explayé en una larga explicación cuando Dawi me preguntó si sabía por que el ayatolla Komeini había condenado a muerte a un escritor inglés que publicó un libro titulado “Los Versos Satánicos”. Mientras le explicaba que no era más que una novela con tintes irónicos tuve que abrir la ventanilla y casi sacar por completo la cabeza afuera porque el penetrante olor del Pedro Juan Caballero me estaba dando vuelta. Les dije que paren un poco con el fumo porque me estaba ahogando. Me sentí un vigilante y un viejo choto. Siempre que viaje a Valeria en auto me gustó pensar que era el personaje de “On the road” escapándome del monstruo de la civilización occidental por alguna ruta perdida de Oklahoma. ¿Qué cambió en mí ahora que en vez de divagar como un beatnick al ritmo de la ruta le hago apagar el faso a Walter?
Cuando faltaba una hora para llegar pusimos un cassette que me alcanzó Semilla con la grabación de un tema nuevo que nos gusta mucho. Por ahora lo único que está bien definido es la guitarra de Skay, una cruda melodía, vivaz y contundente, medio heavy dice Walter. Me preguntan si la letra va a ser la que ensayamos hace unos días, esa de los “tangos fatales” recuerda acertadamente Sergio. Ahí nomás me puse a “colgarle el moño” al tema en un papelito que saqué de la guantera escribí las dos primeras estrofas que fui remodelando mentalmente mientras escuchaba el cassette. Dudé si quedaba mejor “tormenta de viejo estilo” o de “viejo hastío”. Los chicos se callaron sabiendo que me encontraba en lo profundo de un semitrance compositivo. Cuando reescribía parte de la última estrofa y levante la cabeza para mirar los primeros azules del mar que ya empezaba a divisarse en el fondo del paisaje, me acorde de Gardel. Según cuenta la leyenda metió la melodía de “Volver” mientras retornaba de un viaje por Europa. El avión empezaba a tomar la diagonal descendente y el tipo con el papel en la mano hallando la gloriosa melodía, como si el vértigo de la caída potenciara la inspiración y las luces de la ciudad, le dieran la nota justa para que pueda clavar tan genialmente: “Yo adivino el parpadeo/ de las luces que a lo lejos/ van marcando mi retorno...”.

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