2009/02/04

Huracàn de nuevo

Igual fue una fiesta, tío. Mi sobrino me lo decía como si con esa sola frase final, subyugara todo su relato anterior plagado de turbia cuchillería.
Tendrías que haber estado ahí abajo- arrancó diciéndome con los ojos desorbitados. En un momento empezamos a notar un desbande de aquellos. Justo cuando estaba cayendo el chaparrón más fuerte, creo que estabas cantando “Mi perro dinamita”. Le dije que fue seguramente cuando Poli hizo liberar por completo las bocas de acceso. Y debe haber sido ahí, asintió mi sobrino. Al principio pensé que era por la lluvia, que la gente corría para cubrirse del agua pero al toque nos dimos cuenta que la cosa se estaba poniendo densa en serio. Al lado mío pasó un chabón con la boca roja de sangre. Un pibe grande que puteaba en cuatro idiomas mientras los de la cruz roja le daban hielo y gasa para que se arregle un poco la trucha. Ahí escuché que decía “estos negros de mierda”, una frase muy rara de escuchar en un recital de los Redondos, ahí me alarmé del todo. Asentí con la cabeza dándole a entender que los problemas de clase hasta ahora no habían sido nunca un obstáculo para la ya consolidada comunión de las bandas. Más bien, acoté tratando de reflexionar más profundamente sobre el tema, se ha producido un proceso de homogenización constante donde todos se declaran redonditos indistintamente del lugar de donde provengan, con tendencia de los chicos a chapear con provenir de sitio mas bien desangelados como si esto les confiriera más autenticidad.
Sí, está bien tío lo que me decís pero sabés cual fue el verdadero problema, lo que originó en realidad todo el quilombo que vivimos en esta vuelta a Huracán. Que los barderos no eran gente del palo del rock. Yo conozco a bandas de Ciudad Oculta, de Lugano, de la Carlos Gardel, gente muy pulenta y atrevida, capaz de cualquier cosa, pero no de entrar a una fiesta de los Redondos a chetearte una remera o las zapatillas, saben bien que eso ahí no se hace. Los que más agitaron esa noche fueron una bandita de pendejos de la Quema que paran con la barra de Huracán, pendejos muy zarpados, que de tan barderos ya los han fletado varias veces de la misma barra brava. Seguía el relato de mi sobrino sin interrumpirlo. Sentía una leve fascinación por su análisis crudo y pleno de giros callejeros. Le dije que desde arriba lo único que vi fue algunos arremolinamientos y unas corridas en la platea, no quería decir nada por el micrófono porque no sabía como venía la mano, temía provocar más quilombo.
Mi sobrino abrió dos latas de cerveza y prosiguió su relato, ahora, un poco indignado.
Te juro que vi a dos o tres pendejitos de doce o trece años con unos cuchillitos de mierda, de esos de cocina amenazando a un tipo grande que estaba con dos minas, le sacaron las mochilas a las chicas y el reloj y las zapatillas al tipo. EL Ruso que estaba conmigo me hizo notar que detrás de los pendejos había dos chabones grossos que dirigian la cosa.
Y los de al lado que hacían? pregunté.
Y los que se daban cuenta de que los estaban afanando medio que se hacían los pelotudos. No pintó ni ahí una onda solidaria de encarar a los chorritos. Cada cual en la suya trataba de que no se les cague la fiesta. Le conté que en la cancha de Gimnasia vi como detectaban a un punga y lo mandaban al frente, lo cagaban a palos y lo echaban a la mierda. No, acá no vi nada de eso, seguro que en algún lugar de la cancha alguno se reviró y les dio duro a los pendejos pero yo no lo ví. Sabes que pasó también, los chabones cayeron de sorpresa, está bien que en los recitales, como en toda Buenos Aires están pasando cosas raras pero no que te vengan a apurar de esta forma en pleno recital. La gente se quedaba un poco fría, sin reacción. Y parece que la lluvia colaboraba para enrarecer el ambiente y vos también colaborabas, tío, tocando lo más sórdido del repertorio para musicalizar los atracos. Nos reímos ligeramente de esto último.
Fue impresionante como sonaron, tío. Me preguntó detalle técnicos del sonido y la iluminación y se sorprendió por el tipo de amplificación que usamos. Mientras abría una segunda lata de cerveza y servía un whisky con soda para mí me preguntó que tenía de bueno para escuchar.
Para su tercer cerveza y para mi segundo whisky con soda traje un leberwuch importado de Alemania que con el precio del dólar sale lo mismo que en Munich. Estaba pensando eso cuando mi sobrino me preguntó si conocía a Menem. Le dije que no pero que pese a sus aparentes particularidades es un prototipo de personaje muy conocido de los bares de Buenos Aires. En realidad en ese sentido lo he visto mil veces. Me miró con ojos aún interrogadores como si necesitara una explicación mayor. El peronista busca, nunca le importó un carajo lo del movimiento popular y la historia de la justicia social, son desesperados que buscan en la política y más precisamente dentro del peronismo, salvarse. Me acordé en ese momento de una novela del Turco Asís en donde revela muy claramente ese espíritu grotesco y ventajero de algunos chantas devenidos peronistas. Creo que se llamaba “Los reventados”. Antes de que Asís los describiera yo los tenía ya bien dibujaditos en la cabeza. Han existido siempre, yo del primer peronismo no me acuerdo, pero en los setenta vi a más de un vivillo colarse entre los más abnegados militantes por si la cosa se daba.
A mí me parece que es un hijo de puta- dijo mi sobrino. Un chorro de guante blanco, él y todo los que lo rodean, Manzano ese que se hizo el culo, Herman Gonzalez, Kohan. Todos una mierda. Sonreí un poco para atemperar su indignación.
Son chorros de verdad, tenes toda la razón, pero no te olvides del entramado burgués en que se engendra un sistema de corrupción. El sistema de valores de la sociedad burguesa, su puto status, no lo erigieron los “muchachos” tiene su raíz muchisimos años antes. Alta burguesía, oligarquía, hicieron sentir que ser un seco era lo peor que te podía pasar en la vida. Después lo adoptaron las capas medias, sabes sobrino donde está simbolizado eso de forma patente, en el consejo inocentón de la tía que le dice a su sobrina “conseguite uno de plata, nena”, en boludeces como esas por supuesto que con movidas superiores de nivel internacional está cifrado el destino de un nuevo monoteísmo: el del dios dinero. Así que a estos tipos no les importa una mierda afanar. Tienen todo el hambre de su almita burguesa resentida. En esa mirada alcanzo un pequeño grado de comprensión ante tanta desmesura en el afano. El negro Fontova tiró una frase muy buena para representar sus ambiciones desmedidas exentas de toda elegancia : “No solo se quieren comer la torta sino también el moño del paquete”. Mi sobrino se queda pensando mientras unta el fiambre alemán en una galletita. Sabés que los hijos de puta de los alemanes le dan gin a los chanchos para hacer este paté, les inflaman bien el hígado con escabio para que se agrande y tenga mejor sabor. Me mira como si le estuviera mintiendo. Y los franceses hacen lo mismo con los gansos, los clavan de una ala al piso y les dan coñac con un embudo hasta que revientan “el mejor foie gras del mundo, sobrino”. Que hijo de puta es el ser humano me dice un poco sensibilizado por la cerveza.

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