2009/02/04

Semilla artista

Semilla se hinchó de emoción. Su rostro se cuajó en mil formas desorbitadas para aplomarse luego bajo la guía hirsuta de su bigote. Le dije que esta vez iba a ser el encargado del arte de tapa del nuevo disco. Semilla es artista de alma, pintor vanguardista, sopletero. Detrás de su aspecto incontrastable de piratamalayo- mecánicodeminesotta-barrabravadechicago se esconde el alma sensible del pintor Semilla Bucciarelli. Ni bien entró en la banda nadie sabía de los goces estéticos de Semilla, sus incursiones en el mundo de las artes plásticas, hasta que un día los cacé en una conversación de alto vuelo con Rocambole sobre el concepto de cuerpo en Roger Bacon y luego en la influencia del arte africano en la obra de Rufino Tamayo. Después me di cuenta que era él, Semilla el mismo que alguna vez publicó unos trabajos espectaculares en aerógrafo para la Cerdos, unos alucinantes rostros metamorfoseados en zapallos y calabazas y unos desmesurados cuerpos africanos de impronta archimboldiana. Así que cuando se enteró que iba a ser el único gestor de la gráfica del nuevo trabajo de la banda se puso más que contento, se sintió halagado y detrás de ese rostro duro pude divisar los sacudones a los que lo sometía una emoción clara y sincera. En el mundo del rock el laburo de bajista es similar a lo que en el fútbol es un marcapuntas tradicional un colaborador que salvo en escasa excepciones sobresale como si su tarea fuese sostener, solo sostener parte de un andamiaje que lo supera y hasta lo ignora. Semilla partiendo desde una visión integrada y conceptual que se argumenta en compartir ciertos fundamentos y postulados ante la vida siente desde algún tiempo que ocupa un lugar más amplio dentro de los Redondos.
Como siempre fui claro y preciso en los conceptos principales de la misma manera que lo he hecho con Rocambole, en pocas palabras le conté de que se trataba la carta de Lupus, le dije que era como un texto que serviría de introducción al disco, con eso como base y con el acoplamiento de las canciones que ya conoce tendría que comenzar a trabajar. Le remarqué más de una vez la idea de cierta ambigüedad en los personajes que van a representar la placa, o sea, un lobo que no sea tan lobo, que deje entrever que en el espíritu de su fiereza también se cuelan demasiados elementos de la inocencia y un cordero no tan cordero sino con la consiguiente veladura de una insaciable condición carnicera ¿Alguien es tan feroz o tan inocente como creen? Semilla asimiló la idea al vuelo con mucha intuición y rapidez. Me preguntó que tenía que ver todo esto con el clásico de Apuleyo, El asno de oro. Es sin lugar a dudas un tipo inteligente Semilla Bucciarelli. En solo tres días me mostró los primeros bocetos que había realizado. Simples. Sensibles. Y según mis primeras impresiones magníficamente contundentes. Una lección tanto de sobriedad como de buen gusto así también como una interpretación cabal de lo que yo le había expresado como núcleo de la idea. Me mostró un lobo con ojos buenos y un cordero con los ojos trastornados. Me dijo que los ojos son el lugar por donde se revelan las pasiones y una vez más en estos días de laburo en conjunto, estuve de acuerdo con lo que Semilla decía.
Entrada ya la tarde y luego de dar cuenta de dos botellas de sirah sanjuanino caminamos por San Telmo con Semilla y Dawi como un trío de niños surrealistas buscando, en el cielo, en las paredes y en los resplandores que la tarde porteña va escupiendo sobre todos sus rincones los colores del fondo donde quedarían plasmados por una lado el lobo y por otro el cordero. Semilla decía que un naranja pastel sin demasiada estridencia no estaría mal para conjugar la silueta erizada del lobo, Sergio componiendo mentalmente la gráfica preguntaba por el estilo de tipografía que íbamos a usar para los títulos. Absortos escuchamos, como partiendo desde la breve fachada de una casa con la puerta entreabierta mi voz reproduciéndose desde una cassettera. Un héroe del whisky sonaba impetuoso. Me pareció raro el momento. Mi voz abriéndose paso entre los viejos edificios de San Telmo surcándolos con la prepotencia depredadora de la sierra de una carnicería cortando huesos. Esto me dio pie para la idea de insertar entre las canciones del disco algunos fragmentos instrumentales que tenemos guardados con Skay desde hace algún tiempo arpegios orientales, cosas con acordeones y otros disparates que ya que vamos con un disco largo creo que no van a desentonar y le van a agregar algo de misterio al disco.
Uno naranja y otro celeste, dijo Semilla, como si declamara una humilde revelación. Clavé inmediatamente los ojos en un panel imaginario instalado en el horizonte que recortan las calles y me quedé escrutando la propuesta de Semilla. Sergio me preguntó si Picolini iba a tocar cuando hagamos el vivo. Semilla que desde hace un rato no escucha más que el soplido de un aerógrafo en su mente me dice que tanto el lobo como el cordero van a ser chiquitos, cuerpos pequeños y situados en una esquina del fondo de color.

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