2009/04/01

Aramberri, nuevo caballero redondo

Debe haber sido en el 93. Si, un poco antes de meternos a grabar el disco doble. Walter andaba un poco preocupado porque no podía arrancarle el sonido que necesitábamos a su batería. Recuerdo haberle dado un cheque para que, según lo recomendado por un experto de esta cosa de los parches, comprara toda una serie de adminículos que se le adosan a la batería, para que sonara con todos los colores posibles. En el primer ensayo tuvimos la primera pesadilla tecnológica. Walter estaba furioso. Los aparatitos que había comprado se disparaban solos inundando la sala de redobles impertinentes imposibles de controlar. Walter puteaba en todos los idiomas y nadie podía contener su desesperación.
Ya no me acuerdo quién nos contacto con Aramberri, un flaquito anodino que venía de trabajar con Juana La Loca y que tenía todo el perfil de un nabo sin cura, esos pibes que vienen con un chip en vez de un corazón. Sin decir muchas palabras acomodó los pads de la batería y en pocos minutos aleccionó a Walter sobre su uso. Los brazos de Hernán Aramberri apenas se movían para dar indicaciones, su voz tenía un dejo mortuorio propio de la timidez. En seguida, no bien se largo a hablar con un poco más de confianza, no bien vimos la pericia práctica con que se desenvolvía para dejar satisfecha nuestra demanda de cavernícolas, nos dimos cuentas de que no era un típico boludito de la movida tecno, como prejuiciosamente supusimos en un primer momento. Había algo en Hernán que trascendía su forma simple de mecánico de la música. Nunca, nadie pensó en ese momento que podía llegar a transformarse en un redondito. Desde hace seis meses es la persona más allegada que tengo en mi círculo compositivo. Impensadamente es lo que con acierto podría denominar: mi maestro. Todas las mañanas lo espero con la cafetera llena para que empiece a revelarme los secretos que se esconden en el corazón de un secuencer y en el mundo mágnetico de los MIDI. Con timidez pero con gran resolución se pone a explicar los misterios de los sonidos in vitro a este vejete que aúlla de curiosidad. El pibe, por su edad, podría ser mi hijo. Sospecho que esta relación es normal en muchas familias modernas. Los más jóvenes transmitiéndole sus saberes ha los más viejos. Cuando trascienda el mero orden de lo técnico, lo digo en general, esto tendría que dar sus buenos frutos. El pibe es por demás de respetuoso. Tengo casi que forzarlo para que emita opiniones de orden estético. Me gustaría saber que piensa de los temas nuevos, con inmensa frialdad me dice que están bien. Me cuesta sacarlo de su esquema cerrado de mecánico. Queramos o no se está convirtiendo en una pieza importante de la banda. Skay también opina lo mismo. En cualquier momento organizamos una ceremonia para consagrarlo caballero Redondo.

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