2009/05/02

Rock a distancia

Escuché los temas inconclusos que se quedaron fuera de “Último Bondi”.Bases, fragmentos, ideas apenas desplegadas igual que babas prenatales discontinuadas por efectos abortivos. Las contemple como quien mira un cadáver, atentamente un cadáver que se remueve en su tumba. No creo que utilice nada de lo que quedó. Es un material fuera de punto o directamente fenecido pero quiero ver en que momento de la instancia creativa quedamos la última vez, ver si puedo reencontrar de algún modo la punta del ovillo.
Hace meses que no veo ni a Skay ni a ninguno de los chicos de la banda. Con cierta angustia me doy cuenta que cada vez dependo menos de ellos, que la independencia que me brinda la tecnología ha conspirado contra el ritual de los encuentros.
¿Desde aquellas semanas anteriores al show de Racing que no ensayamos? Me parece que si. Tengo que llamarlo a Skay. Se ha despertado el insecto venenoso del disco nuevo.
Aunque no nos veamos, se que Skay trabaja todo el día por los Redondos, esto es algo que se desde siempre. Limando, puliendo, inventando, tratándole de arrancar un trueno nuevo a su guitarra.
Se me cruzaron un par de ideas que por experiencia se que dan por resultado los primeros caprichos para un disco. Una conjunción de sonidos que piden pista al menos para verse jugados en una química inicial de experimentación. He estudiado con detenimiento los defectos del último disco, quiero tomarme revancha y resolverlos en el próximo. Quiero ver como la superposición de capas y texturas musicales por fin esta vez son capaces de componer un paisaje, una escenografía de variadas dimensiones. Por ahí está el futuro de la banda. Buscar un gran marco, superarnos en el edificio sónico en que pretendemos vivir y hacer vivir a nuestras canciones. El trazo de la viola de Skay tanto como mi voz y lírica, son inamovibles, en ellos no hay variación.
El teléfono de Skay no contesta. Antes me daba vértigo su ausencia.
Sospecho que Skay se pondrá contento de volvernos a encontrar para componer.
¿Por qué tengo estas dudas?, ¿Puede una banda de rock trabajar a distancia?, ¿Qué momento inusitado de la banda es este que estamos comenzando a vivir?.
Marco por quinta vez el número de Skay.

Avizoro algo monstruoso en nuestro alambique compositivo. Hace tres meses que no le veo la cara a Skay y ya hemos hecho tres canciones. Dudo mucho, llegado el momento, de revelar este secreto a los periodistas. Si yo lo vería desde afuera no dudaría que algún problema grave existe en el seno de los Redondos.
Si bien las máquinas han sintetizado mucho la labor de los músicos, no creo saludable que una dupla creativa trabaje en lo que podríamos llamar las antípodas.
Cargando mis grabaciones en una combi para que viajen a lo de Skay y viceversa.
Tranquilamente podría estar Skay en Moscú y yo en Toronto haciendo un disco de rock.
Cuando el lunes pasado me llegó el CD con “El Morta.com” con toda la guitarrería de Skay incorporada, sentí escalofríos, sentí que buena parte del espíritu sanguíneo de los Redondos se vertía en un desagüe de laboratorio posmoderno.
La canción quedó tal cual como la había pensado, perfecta según lo trazado con anterioridad, impecable ensamble a la distancia. Pero lo que logró sobresaltarme fue la concepción artificiosa a la que nos estábamos brindando sin ningún tipo de objeción.
Por largos momentos nos veo como una pareja sin pasión.
Pensará Skay lo mismo? Supongo que él debe sufrir más que yo este tipo de distanciamiento. Voy a ver de que forma nos reunimos para darle al nuevo material, más corazón.
Los temas que tengo terminados van a necesitar de un encuentro tribal de la banda.
Escucho la música que Skay precraneó para lo que llamé “Pool, averno y papusa”. Distingo antiguos brillos del viejo complot Redondos. Tengo ganas de rockear. Sentir el bajo y la batería en el pecho. Me parece que no puede la composición trasladarse a un lugar tan autista. Debemos darle final al ostracismo que nos hemos impuesto.
“Sheriff” es una buena excusa para juntarnos.

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